Puyo, la puerta a la selva amazónica

A unos setenta minutos de curvas de Baños está Puyo, capital de la provincia de Pastaza, en el Oriente ecuatoriano, donde empieza la selva. Puyo viene de “phuyu”, que significa “nube” en kichwa (así dicen y escriben “quechua” aquí). La sierra queda lejos y el cielo es inmenso y siempre lleno de nubes. Aquí diluvia y a los 10 minutos sale un sol abrasador que convierte la ciudad en un concierto de cigarras. Las aceras están invadidas de musgos y plantas. En los jardines hay plataneros y árboles de guabas y a quien se despista un poco le crecen lianas. Las casas, como en todo el Perú y Ecuador, parecen a medio construir, con columnas de hormigón armado sobresaliendo de los terrados, no sabemos si como previsión de una ampliación futura o como exceso de confianza en los planes iniciales.

Estatua de un indio y un mestizo en la entrada de a calle Atahualpa, es uno de los símbolos de la ciudad

Nos alojamos en el Hostal El Colibrí, en la calle Manabi, a 10 minutos a pie del centro. Es una casa de madera bajo un sobretecho de plancha. El sonido de la lluvia se multiplica sobre el metal y cuando llueve parece que te esté cayendo el mar encima. La propietaria, la señora Susana, vive aquí con sus dos hijos Patricia y Richard. Richard de 18 años, se pasa todo el tiempo que puede practicando con su guitarra acústica importada de los Estados Unidos, música latina, éxitos sajones actuales,… canta y toca la guitarra con verdadera destreza. “Algún día me veréis a mí ahí”, dice a Jana y Bruna mientras miran vídeos musicales en Youtube. Ya tiene dos fans, como mínimo.

Richard escuchando las peticines de Bruna y Jana. El “Sol, Solet” no se lo sabe, pero ha prometido aprender a tocar “Wish you were here” para Jana.

En una de las hamacas del Colibrí comiendo palomitas

Además de un perro (Moca) y un gato, la señora Susana tiene una tortuga!

En el jardín del hostal viven unas cuentas orugas negras y amarillas…

…que han empezando a hacer sus capulllos.

No las veremos convertirse en mariposas, pero quizá sean como ésta…

Nada más llegar nos vamos al mercado a comprar fruta y comer. En los comedores del piso superior del mercado del Mariscal se puede comer un abundante almuerzo por 2 dólares y medio.

Mercado del mariscal

No quiero saber para qué venden cabezas de vaca…

Por la tarde visitamos la ciudad. En la plaza 12 de Mayo, lugar donde se fundo el Puyo, las niñas se divierten en un parque infantil.

“Més fort Jana!“

Plaza 12 de Mayo

Al día siguiente nos dirigimos al Parque Etnobotánico Omaere, una reserva reforestada junto al malecón de la ciudad. Nada más entrar nos saluda una voz con un ligero acento americano: “¿Qué tal por el Colibrí?”. Quien habla es un hombre de unos sesenta años, con pelo y barba abundantes y canosos. Lleva unos anteojos con una montura fina y el cabello recogido en una cola de caballo y con raya en medio. Le reconocemos del día anterior, cuando llegamos a El Colibrí. Nos explica que Susana, nuestra anfitriona, hace declaraciones de renta a mucha gente de Puyo, él incluído.

Entrada al Parque Omaere

Chris (Christopher Canaday), que así se llama, és un californiano que llegó al Ecuador en los 90 para acabar su tesis sobre el impacto de la deforestación sobre las aves amazónicas. Una cosa llevó a la otra y, después de ir y volver y viajar por diferentes países sudamericanos colaborando como voluntario en parques naturales, acabó en Puyo, Ecuador, casado con una mujer de la étnica Shuar especialista en medicina natural que años antes se había embarcado con dos amigas francesas en el proyecto del parque Omaere.

Cuando Teresa Shiki, la mujer de Chris, compró el terreno era una pasto para el ganado, ahora parece una selva primigenia, ¡solo en 21 años!. Al poco de estar conversando con él vemos revolotear junto a la casa una morpho, una mariposa azul de quizá 15 centímetros de embergadura. La habíamos visto clavada en un alfiler en el MIM de Santiago hace un mes y medio, pero impresiona mucho más verla volar.

Emocionados por la mariposa nos vamos de visita guiada por el parque con Freddy, uno de los guias shuar de Omaere. Freddy nos muestra, explica e incluso nos da a probar algunas de las especies que allí se encuentran, muchas son plantas medicinales importantes para las comunidades indígenas de la amazonía.

Pero mejor que explicarlas todas (todas las que recordamos) hemos preparado un pequeño vídeo de la visita.

Después de la visita nos quedamos un rato a charlar con Chris mientras él nos enseña su flauta shuar y Freddy puntea con una guitarra. A Chris le encanta hablar y la conversación va saltando de un tema a otro.

Bruna baila al son de la flata de dos agujeros de Chris

Cuando salimos del Parque Omaere es la hora de comer y tenemos hambre. El Parque está a 100 metros del malecón de Puyo, una zona llena de casetas de artesanías y restaurantes. Por las noches está realmente animada, a esta hora unos pocos locales han venido a tomar una cerveza o comer algo. Nosotros nos pedimos unas salchipapas y un ceviche volquetero, uno de los platos típicos de la zona: chochos (altramuces), maiz tostado, chifles (chips de plátano), atún, cebolla, tomate, cilantro y limón.

El famoso ceviche volquetero

Los restaurantes y el mirador, desde el que se tiene una privilegiada vista sobre Puyo

El malecón visto desde el mirador

Al principio del malecón hay un monumento homenaje a las mujeres de las diferentes naciones de la zona de Pastaza

Volvemos al malecón unos días después para recorrer el Paseo Turístico. Con ese nombre tan poco afortunado se conoce un paseo de unos 2,5 kilómetros junto al río Puyo que sale del malecón, pasa junto al Parque Omaere y sigue hacia el norte, dirección Tena. El paseo está lleno de locales corriendo (realmente hay muy pocos turistas en Puyo), caminando con sus familias y disfrutando de las vistas.

El paseo junto al Puyo, con uno de sus puentes colgantes

El animado ambiente del malecón, con música de Enrique Iglesias y compañía a todo volumen, enseguida es sustituído por la exhuberancia de la selva y el sonido del río. Nos paramos cada 10 metros impresionados por un helecho, un líquen, los árboles que nos rodean o los insectos tan curiosos con los que nos vamos topando. La gente nos mira divertida cuando nos arremolinamos alrededor de un arbusto fascinados por una oruga o buscamos una cigarra que canta en un árbol cercano.

Buscando peces en el Puyo

Una hermosa cigrarra sobre un drago

Los helechos son unos portentos de la matemática fractal…

…y también hacen muy buenas coronas

¿Flor, fruto, hongo?

Un saltamontes acorazado

Y otro de camuflaje

Pero la estrella del paseo es una impresionante oruga verde que da cuenta de una hoja mientras nosotros le hacemos un book con la boca abierta.

Después decidimos ir al centro a comer algo. Yo tengo una asignatura pendiente y arrastro a todos hasta un restaurante de comida tradicional amazónica. Es uno de los pocos sitios donde sirven chotankuros, los gusanos de la chonta, una palmera muy apreciada en la selva para la construcción. Nos cuesta un poco encontrar el sitio, la tarjeta que tengo solo pone que está en Orellana con Dávila, no entiendo como se encuentran las casas sin tener números de portal. Por fin lo encontramos y pedimos un pincho de chotakuro, un maito de pescado (es como un papillote hecho con una hoja de palma) y un arroz blanco. Los chontakuros los sirven muy tostados y con sal, con un trozo de yuca y un banano frito de guarnición. Como estas cosas no hay que pensarselas mucho me llevo uno a la boca. Es blando excepto por la cabeza, que cruje entre los dientes, y tiene un sabor como a tocino tostado. No es una delicatessen pero se pueden comer.

Pincho de chontakuros

Y a la boca!

Jana me mira entre divertida y asqueada, de probarlo nada de nada

Hay muchas cosas a hacer por los alrededores y ya tenemos un par de contactos con los que hablar… esta semana promete. Estar tan cerca de la selva nos llena de emoción.

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