Desde que llegamos a las Galápagos hemos pasado casi tanto tiempo en el agua como en tierra, si descontamos las noches y las largas siestas. Eso unido a las ganas de Jana de convertirse en un lobo marino me hacen pensar que Kurt Vonnegut no andaba tan desencaminado en su obra “Galápagos”, en la que una devastadora epidemia deja estériles a todos los humanos del planeta. A todos menos a un grupo de turistas involuntarios en las Galápagos, que se convertirán en la semilla de una nueva especie que en el trascurso de millones de años evoluciona hacia algo parecido a un lobo marino, abandonando el stress del trabajo y la polución de las ciudades y dejándose llevar por las corrientes marinas o tumbándose a dormir sobre una negra roca volcánica con el sonido de las olas rompiendo a pocos metros.
Sea como sea estamos disfrutando del mar como nunca antes. Jana está perfeccionando sus artes natatorias, Bruna se deja llevar por las olas con una sonrisa de oreja a oreja y todos estamos descubriendo un increíble mundo subacuático. Ahora, cada vez que nos acercamos a una playa cada cual pilla sus gafas, tubo, manguitos,… y sale corriendo hacia el agua.
De hecho, la posibilidad de ver tintoreras y tortugas marinas, aunque también piqueros, nos ha hecho contratar uno de los tours clasicos en Isabela: el de Tintoreras. Tintoreras son una serie de islotes rocosos delante de la costa de Puerto Villamil, parte de su barrera natural contra el oleaje. El más grande de esos islotes es Tintorera (sí, es todo un poco repetitivo), que se puede caminar en 15 minutos, aunque solo por un sendero marcado, ya que es zona de anidación de iguanas.
En la primera parte del tour nos llevan en una barca a recorrer algunos entrantes de la zona. La barca va llena y el guía, Miguel Ángel, explica la ruta mezclando inglés y castellano sin pausas. Nada más salir del embarcadero vemos 3 pingüinos secándose al sol en una roca. Como ya hemos visto harto pingüinos Jana y Bruna saltan a explicarle al guía nuestra visita a la Isla Magdalena. Miguel Ángel nos explica que efectivamente estos son una subespeciende de los Magallánicos, más pequeños que los que se encuentran en el sur.
Poco después es Sílvia la que avista una colonia de piqueros patas azules en otro islote. Nos quedamos boquiabiertos mirando el contraste de sus patas contra la negra roca volcánica y su curiosísima cara.
Aún vemos más piqueros en otra roca antes de pasar en el pequeño embarcadero de Tintorera. Desde allí damos un paseo por un paisaje absolutamente lunar, con rocas escarpadas cubiertas de líquenes blancos y amarillos, iguanas recostadas contra la piedra caliente y playas de coral.
La grieta de las tintoreras está vacía de escualos pero en la bahía vemos hasta 5 tortugas marinas asomando de vez en cuando las cabezas sobre el agua. Nos emocionamos pensando que quizá después podamos nadar junto a ellas.
También hay lobos durmiendo – ¡cómo no! – a la sombra de los manglares en una de las playas e incluso 3 lobitos vienen vernos curiosos cuando pasamos junto al agua.
Miguel Ángel encabeza la excursión con Jana pisándole los talones. Le encanta que le expliquen cosas, casi tanto como explicarlas ella. La ventaja de llevar unos días en Isabela es que ya hemos visto muchos de los animales que rondan por aquí y Jana no desaprovecha la oportunidad de enseñarle al guía lo que ha aprendido: “Eso son cangrejos de lava, aunque aquí les llaman zayapas”, “Ese es una canario María”, “Las iguanas se calientan al Sol porque tienen la sangre fría”. Bruna se enfada porque sus piernecitas no le permiten seguir el ritmo de Jana y el guía y no para hasta que consigue que él la lleve un rato en brazos.
Después nos llevan a hacer snorkel en Calama, una de las bahías naturales de los islotes. Pero después de tantas expectativas salimos un poco decepcionados del agua: algunos peces, pero ningún quelonio.
Para desquitarnos decidimos alquilar unas gafas nosotros e ir a Concha de Perla la mañana siguiente, aunque la marea está alta. Tampoco aparecen las tortugas pero sí que disfrutamos viendo un pulpo correr sobre las piedras mientras va cambiando de color, sorprendernos con una preciosa estrella chispas de chocolate y emocionarnos nadando junto a un lobo curioso.
Realmente quienes lo tienen más claro son Jana y Kurt: lo mejor es ser lobo de mar y hundirse en las claras y frescas aguas de las Galápagos.
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Wuauuu veo que estáis disfrutando de lo lindo!! Me emociona todo lo que explicas y en Jana y Bruna veo a Hugo y Tiago, bluff les encantaría!!! Gracias por compartirlo. Un abrazo familia!!
¡Gracias Alicia! Las niñas se lo están pasando en grande, aunque tienen ganas de ver a sus amigos para explicarles todas las aventuras del viaje. Pero me temo que sufriremos un shock al volver a BCN…