Glaciar Perito Moreno

Panorámica frontal del Perito Moreno by Xose

Hoy toca volar. La verdad es que nos apetece. Hasta ahora volar siempre ha sido sinónimo de novedades y estamos todos felices cuando se trata de coger un avión. En los próximos días recorreremos de nuevo Chile por aire, por tierra y por mar. Jana ya no sabe si prefiere llevar las riendas de un carro de caballos, surcar los mares al timón de un gran barco o dibujar piruetas pilotando un avión. Yo me siento bastante Willy Fog.

Levar anclas. Retomar el vuelo. Son metáforas, bastante literales, que nos acompañan durante este viaje. Mientras, mi mente vuelve a Girondo:

[…] no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

… y a Bendetti:

[…] Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.

Allá vamos. Nueva etapa y nuevo hito: mirarse frente a frente con el glaciar Perito Moreno. Tiene fama de catedral de hielo y dimensiones imponentes: 6 km de extensión desde lo alto de las montañas y un frente de 5 km de longitud por 60 m de alto.

De momento, la llegada al Parque Nacional Los Glaciares desde nuestra ciudad de descanso, El Calafate, nos pone de nuevo los pies en el suelo y empiezo a temer que las expectativas no serán satisfechas. Autocares, microbuses, coches y más autocares y autocares y turistas y más turistas y un resort que clama a los cuatro vientos que incluso el hielo del glaciar puedes comprar o tomar con un refresco. Bufff, que mal presagio… todos en tropel hacia la pasarela que te acerca hasta unos 400 m de su frente.

Pero entonces, las pasarelas se bifurcan, se adentran en el bosque, los visitantes nos vamos dispersando, Bruna baja brincando. Vemos calafate, pájaros cantando y lo que creemos que es un cóndor volando… Y, de pronto, no tan lejos!, una immensa lengua de témpanos helados impacta magestuosa en nuestras retinas.

La masa empuja desde lo más alto de las montañas y avanza tres metros diarios. Donde ahora se ubica su frente el glaciar parece haber encontrado su zona de equilibrio; a lo largo del día caen trozos de hielo de diversos tamaños, produciendo una estridencia comparable al sonido de un disparo o de un trueno.

Continúa sorprendiendo la variedad de tonalidades del hielo y empiezo a entender que los esquimales tengan tantos nombres para el blanco. Durante nuetro paso por el canal Beagle con el barco Yaghan ya tuvimos ocasión de descubrir el azul intenso del agua cristalizada en varios ventisqueros.  El extenso Perito Moreno nos muestra un sinfín de tonalidades,  del blanco más puro al azul más profundo en aquellos trozos donde el hielo acaba de quedar desnudo.

El nombre de este glaciar rinde homenaje a Francisco Pascasio Moreno. Hombre de ciencia y activo explorador de la zona austral de este país durante el siglo XIX, fundó entre muchas otras cosas la Sociedad Científica Argentina y trajo aquí los boyscoutts. Las referencias a este prolífico aventurero están presentes por toda la geografía argentina (una ciudad, un pico…) y sin duda también El Calafate saca rédito con él.

Perito Moreno por Bruna, Jana y Sílvia respectivamente. ¿Quienes serán los afortunados?

La ciudad  vive por y para los turistas que visitan la catedral de hielo. Tiendas de souvenirs por doquier, precios por las nubes y todo, absolutamente todo, se paga… Si ya nos sorprendió Ushuaia en este sentido, en El Calafate el afán lucrativo todavía es más notorio. No exagero si os confieso que incluso cuando nos preguntaron si queríamos queso en la pizza dudamos de si habría que pagar un extra.

Planta de Calafate (Berberis heterophylla)

Pero esta vez no tenemos cocina y a pesar de lo dicho hay que salir a cenar. El lugar recomendado por Flor, la propietaria del Hostal Amancay, tiene mucho encanto. En el Pura Vida una estética ecléctica y colorida nos da la bienvenida.

La cocina casera a base de platos tradicionales es exquisita, aunque poco atractiva para nuestras niñas. En la mesa de al lado, una pareja repara en el contraste entre la energía indomable de Jana y Bruna a esas horas de la noche y nuestras caras de cansancio desbordado. Ella, Graciela, rompe el hielo “Conozco perfectamente esa cara”, le espeta a Xose. “Tengo cuatro hijos… ahora ya mayores”. De alguna manera nos sentimos aliviados (no habrá que continuar con los inútiles “nenes, pareu de fer xivarri!”) y reimos distensionados. Todos nos giramos a mirar qué hacen las niñas. Ellas detectan de inmediato que son el centro de atención y despliegan su repertorio más laureado. Bruna hace equilibrios circenses sobre el margen de las baldosas del suelo, mientras Jana canta y baila payasa al pirata de Sabina. Otros comensales y un par de camareros reparan en la fiesta descarada, posponen sus quehaceres y sonrien divertidos.  Nos miran afablemente como agradeciendo la dosi de alegría contagiosa con que nos deleitan las niñas.  De nuevo siento que la vida con ellas es un lujo.

Tener una hermana mayor que te columpia más fuerte que los papás te hace sentir genial… y sinó mirar la cara de Bruna.

Uma persiguiendo a Bruna (jardín Hostal Amancay)

"Glaciar Perito Moreno" por Sin piedras en los bolsillos (familia Bosch-Pérez) se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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