A 5 minutos andando de nuestro hostal arranca una escalera de piedra junto a una profunda grieta en el terreno. Uno de los lados se ha elevado unos 20 metros por encima del otro dejando una herida en la roca volcánica que la vegetación no ha conseguido ocultar. En lo alto de la escalera está la caseta del guarda donde hay que registrarse para ir a Tortuga Bay. Desde allí hay 2500 metros hasta la playa “brava”, solo para surfistas, y quizá 1000 metros más hasta la playa “mansa”. Son las ocho de la mañana, el camino empedrado está abierto de 6 de la mañana y nos cruzamos madrugadores que ya vuelven con sus tablas de surf bajo el brazo. El trayecto atraviesa un bosque de opuntias, manzanillo y matorrales y puede ser duro bajo el sol pero la recompensa lo vale.
Primero ves la arena en el camino, después oyes el estruendo de las olas rompiendo en la playa, y finalmente aparece una paleta de azules salpicados de espuma, desde el reflejo del cielo en la arena mojada, pasando por el turquesa de la bahía, el azul y blanco de las olas y el más profundo del mar a lo lejos antes de perderse de nuevo en el cielo. Y todo ello enmarcado en rocas negrisimas y arena fina. Por algo dicen que esta playa rivaliza con las del caribe.
Paseamos descalzos y boquiabiertos por la playa mientras las niñas corren perseguidas y persiguiendo las olas. A nuestra derecha una cuerda marca el límite de la playa y detrás de ella pequeñas banderas amarillas indican la ubicación de nidos de tortuga. Un cartel de madera explica la historia y te das cuenta de estar en el escenario de un documental de National Geographic.
De pronto Sílvia grita mientras señala una ola que se retira ya hacia el mar. En la superficie del agua vemos serpentear la aleta dorsal y la cola de un pequeño tiburón. Debe medir un par de palmos de largo. Le volvemos a ver dos o tres veces más, siempre en una ola en retirada, después de acercarse a la orilla en busca de los pequeños peces que nadan en las aguas menos profundas de la playa.
Al final de la playa brava un pequeño manglar ha crecido junto a un espigón de rocas que durante la marea baja crea una tranquila piscina natural. Hacia la izquierda arranca un camino que te lleva hasta las rocas y un bosque de opuntias (árboles cactus), a la derecha, entre los mangles aparece una bahía de aguas calmadas, la playa mansa.
En medio un ejército de iguanas reposan al sol o debajo de los mangles. Las hay a decenas, de todos los tamaños, solitarias, en grupos o directamente apiladas unas sobre las otras. A aquellas que se secan al sol en medio del camino alguien les ha dibujado en la arena un círculo alrededor, recordando al visitante la norma de no acercarse a menos de dos metros.
Jana y Bruna las miran con atención y un poco de respeto. Parecen salidas de otra época, mezcla en miniatura de los dinosaurios y los dragones de los cuentos, con un ligero toque punkarra. Las patas estiradas al sol, con largos dedos y unas brillantes garras. La piel de escamas negras y la cabeza y el dorso cubiertos de duras placas y afiladas puntas.
Dejamos las iguanas atrás y vamos a la playa. Es una playa mucho más pequeña, pero tan solo hay unas 30 personas repartidas bajo los mangles, allí donde parece que no llega la marea alta. Las olas rompen a lo lejos y llegan a la costa lentas y suaves. Encontramos nuestro mangle y nos metemos en el agua.
Jana está haciendo grandes progresos nadando después de que tuviera que dejar la piscina por los drenajes en los oídos. Le encanta ponerse las gafas, meter la cabeza bajo el agua y bracear y patalear haciendo de delfín. Un delfín poco sigiloso, por cierto. Y Bruna es un peligro, se mete en el agua y camina y camina hasta que ya no toca fondo. Tanto le da no poder respirar, ella quiere llegar hasta donde esté su hermana, el tema del oxígeno es secundario.
Después de una hora a remojo decidimos alquilar un kayak para dar una vuelta por la bahía. Tras la experiencia bajando el Puyo en canoa a Jana le cuesta pasarselo bien. Las fragatas, pelícanos, iguanas y lobos marinos que nos encontramos por el camino no son suficientes para hacerle pasar el miedo. Hasta que a lo lejos vemos una cabeza asomar. ¡Una tortuga marina! Nos acercamos lo más rápido posible pero cuando estamos a 10 metros se hunde y desaparece de la vista. Nos quedamos quietos, dejándonos llevar por el suave oleaje, los 4 escrutando la superficie del agua a nuestro alrededor. “¡Allí!”, grita Jana señalando a unos metros de donde la habíamos visto desaparecer. El caparazón marrón destaca sobre el azul oscuro del agua. Levanta la cabeza que brilla bajo el sol con tonos verdosos y nos da la impresión de que nos mira antes de volver a desaparecer.
Aún vemos dos tortugas más antes de llegar a la playa. Mientras nos quitamos los chalecos Bruna y Jana le explican emocionadas al chico de los kayaks que hemos visto tortugas. Recogemos y empezamos a caminar de vuelta. La marea ha bajado y la playa de Tortuga Bay es enorme. Después quedan los 2 kilómetros y medio del camino de vuelta bajo el sol de mediodía.
Llegamos exhaustos y sudados, directos a la ducha, pero estamos emocionados y eufóricos. Decidimos volver a Tortuga Bay mientras Bruna no deja de explicar la historia del día que fuimos en kayak y vimos tortugas marinas.
"Dejándose llevar en Tortuga Bay" por Sin piedras en los bolsillos (familia Bosch-Pérez) se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Ya veo que el trópico ha podido con las patillas! A lucir piel de tiburón!
Jijijiji… Myriam, ens hem enamorat de Tortuga Bay!! Tot i que els taurons no hagin saltat davant el Kayak ;). Petons
Uf! Quina meravella! Quins color del mar, el cel, els manglars i els vostres ulls! Quins somriures! A passar-ho bé! Cada pas amaga una sorpresa! Bsssss
Mi familia que maravilla, las fotos son preciosas y las playas, que variación de azules mas bonitos que envidia estáis guapísimos y morenitos.
Un fuerte abrazo y besitos a mis niñas preciosas.
Heu ampliat la família amb dos punkarres? Diria k s’assemblen al xose
Les fotos de la platja són espectaculars. Paradisíaques (o afrodisíaques, com vaig dir un cop fa temps a padilla)!
Ompliu-vos les retines, els caps i els cors de tota aquesta bellesa!
Petonets