En la estación de Bellavista el aire está saturado de agua y minúsculas gotas parecen rebolotear a nuestro alrededor. Junto a nosotros transcurre la ajetreada avenida Errázuriz mientras que al otro lado de las vías decenas de cargueros dormitan frente al puerto, semiocultos entre la niebla como si fueran barcos fantasma.
Valparaíso malvive en el plan, las apenas 3 o 4 cuadras al borde del mar. Es un Valparaíso gris y sucio, saturado también de gente, autos y buses. Enjaulado entre el asfalto y una maraña de cables que atan a los trolebuses y las palomas por igual.
Valparaíso vive en los cerros, desconectados del plano por ascensores centenarios. Atestados de viviendas que parecen dudar de su verticalidad y pendientes imposibles con curvas que se toman a bocinazos. Es un Valparaíso saturado de colores, pinturas en guerra con la decadencia, arte que cubre las vergüenzas de una ciudad dejada a su suerte.
Valparaíso es el paraíso del mirón. Quizá eso quería decirnos Neruda con su vecina desnuda. Es una ciudad que no hay que mirarla de paso, sino con calma. Es una ciudad de casas mutantes que cambian de forma con la hora del día. De fotos en vertical. De fotógrafos pacientes.
Valparaíso en cuatro horas vive en los sueños del poeta y apenas intenta despertar a golpe de grafitti. Perdonen el reduccionismo. Un poeta coleccionista de palabras y cosas. Un poeta que no supo o no quiso huir. “¡El muy boludo!”, decía Luís de Rucachelín entre indignado y quejoso. Su casa en lo alto del cerro de Bellavista, ahora convertida en museo, la llenan objetos ya sin vida. Recuerdos que pierden poco a poco su significado, por mucho que la audioguía del museo intente contextualizarlos.
Valparaíso esconde su joya de los ojos del turista, oculta el bonaire londinense que venían a buscar los marineros ingleses que pasaban el Estrecho de Magallanes. Se niega a ser el Valparaíso de los estibadores, de los universitarios, de Neruda. Valparaíso quizá no sea Valparaíso. No lo es para gente que ha huido de su presente y añora su pasado, como Lucía. Es tan solo nuestro Valparaíso en cuatro horas.
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Realment impactant el contrast entre els colors vius de les cases i el desordre de la urbanització de la ciutat. Molt diferent al que venieu veient les últimes setmanes, no?
Ara canvi d’etapa. Fins aviat Xile, bengingut Perú, amb sorpresa inclosa!!!
Petons