Lluvia, lluvia y más lluvia. La predicción para la semana en Baños no es muy alagüeña. El trayecto hasta la provincia de Tungurahua es un tanto pesado. Un taxi y dos buses para 5 horas de viaje. A medida que nos desplazamos hacia el sur el cielo está más y más tapado. Del Cotopaxi apenas vemos las nieves más bajas. El Chimborazo ni siquiera se me ocurre buscarlo. Saliendo de Ambato llueve.
Llegamos a Baños. El suelo está lleno de charcos y la gente lleva sus chompas para el agua. Pero no llueve. El hostal está a unos 10 minutos andando de la terminal por lo que nos cargamos las mochilas y a caminar. El pueblo parece medio adormecido. Es domingo a mediodía. El Hostal La Chimenea está delante de las paraditas de caña de azucar y dulces de la calle que lleva a las Piscinas de la Virgen, a tres cuadras de la catedral. El parqueadero cubierto de árboles y plantas conduce a una recepción un tanto oscura, pero Jana y Bruna enseguida descubren la puerta que lleva a la pequeña piscina cubierta. Nos cuesta unos minutos convencerlas de que ni el tiempo ni el agua congelada invitan a bañarse. El hostal aún guarda otra sorpresa. Después de dejar las cosas en nuestra habitación subimos a la terraza donde nos encontramos con una cocina y un comedor cubierto pero con vistas al centro y a la Cabellera de la Virgen, el famoso salto de agua que da nombre al pueblo: Baños de Agua Santa.
Como ya es tarde y tenemos hambre decidimos buscar algún sitio donde poder comer algo fácil. Entramos en un restaurante de la plaza de la Catedral y en la televisión el Barça y el Madrid juegan “el Clásico”. Mientras esperamos la comida y el Barça gana el partido, Jana y Bruna devoran dos helados caseros de fruta natural. Después al supermercado para hacer despensa para la semana. Llevamos un ritmo muy tranquilo y no tenemos nada planeado para estos días. Antes de dormir empieza a llover de nuevo.
Nos despertamos y ¡el cielo está azul! Desayunamos y rápidamente nos vamos hacia las Piscinas de la Virgen. Hay que aprovechar ese error meteorológico. Son apenas 3 minutos andando desde el hostal y cuando llegamos aún no son las 9 de la mañana. Además de la entrada decidimos comprar tres casquetes de baño para Bruna, Jana y Sílvia. A mí me dicen que no lo necesito, no se porqué.
El agua que cae por la Cabellera de la Virgen se mezcla con la que sale del vientre del Tungurahua a 50 grados. Las dos piscinas de agua caliente están reguladas a 37 y 40 grados. Si ayer costaba convencerlas para no entrar en el agua helada de la piscina del hostal, hoy cuesta convencer a Jana para entrar en la caliente de la piscina de la Virgen. Quizá sea por la hora pero no vemos ningún otro turista en el agua, solo locales escalfando sus carnes como papas en un caldo de gallina. Jana y Bruna rebajan considerablemente la edad media de la parroquia.
El baño dura menos de lo que nuestras hijas hubieran querido pero con la piel como pasas y después de leer el cartel con la composición del agua (arsénico, cianuro y otros amigos) decidimos que 45 minutos es suficiente. De vuelta al hostal pensamos que hay que seguir aprovechando este buen tiempo que no sabemos cuánto durará. A las 11 tomamos el bus hacia la Casa del Árbol.
Unos 800 metros por encima de Baños, en la falda del volcán, hay un pequeño prado donde pastan tranquilas dos vacas, ajenas a los turistas. Una tirolina cruza el prado de sur a norte y un pequeño merendero da un poco de pausa al sol que nos cae encima. Pero el principal atractivo es una pequeña casita en un árbol en el extremo sur del pasto y un alto columpio – ahora dos – que cuelga desde lo alto del árbol.
El árbol se encuentra al borde de la pequeña planicie, justo donde empieza la pendiente, por lo que la sensación al subirse al columpio es casi la de estar volando sobre el borde de un precipicio, por eso algunos lo llaman “el columpio del fin del mundo“. Los músculos se tensan, las manos firmemente sujetas a la cuerda. Al cerebro le cuesta dar la orden de estirar y recoger las piernas para ganar impulso. Al fondo el Tungurahua asoma unos momentos a decir “buenos días” antes de volver a taparse de nuevo con su manto de nubes.
"A los pies del Tungurahua" por Sin piedras en los bolsillos (familia Bosch-Pérez) se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Uau! Xics, què xulo! Me l’ha anote al meu mapa de llocs pendets…!!!
Me encanta veros tan contentos! Muchos besos
Que valents! Jo crec que no m’hauria gronxat en aquest gronxador. Quin vertigen. Ara, a les piscines d’arsènic, cianur, etc. sí que m’hi hauria banyat (un bon lloc on matar la víctima d’una novel·la negra, no?). En aquesta entrada es veu que els dos adults també heu trobat un lloc on divertir-vos com nens, oi? Tirolina, gronxador… Deixeu gaudir els nens que porteu dins!
petons