Ha estado lloviendo todo el día y hemos tenido que posponer la visita al Parque Omora con Rocío, de la Estación de Campo, para avistar y anillar pájaros.
Los primeros dos días en Puerto Williams han sido excitantes. Muchos contactos, muchas posibilidades y un entorno impresionante. Desde el cómodo y calentito salón del Hostal Miramar de Iván y Nury tenemos una magnífica vista sobre el Canal Beagle (que el corrector se empeña en llamar Beatles) y el árbol de Navidad de la Plaza O’Higgins. Las niñas han colonizado una parte del salón con sus pinturas y sus dibujos.
Pasear por las calles de Puerto Williams es lo más parecido a estar en un capítulo de Doctor en Alaska (Nothern Exposure en el original). Las calles son de tierra y piedras, aunque están asfaltando, o mejor hormigonando, gran parte del centro. Como en Punta Arenas, llueve unas pocas gotas cuando le antoja, suficientes para convertir las calles en lodazales para mayor disfrute de Jana y Bruna que van corriendo de charco de barro en charco de barro como su querida Peppa Pig. Aquí todo el mundo tiene un 4×4 y con toda la razón.
Como en el resto de Chile la calle pertenece a los perros. La diferencia es que aquí también puedes ver caballos pastando en la entrada del supermercado o en el jardín descuidado de algún vecino. A los perros aquí sí los hemos visto territoriales, dispuestos a enfrentarse 8 de ellos a un intruso y hacerlo huir con la cola entre las piernas y los bajos ensangrentados.
Las casas, como en Punta Arenas, son de madera y planchas metálicas, pintadas de colores. Pero aquí aún parecen más precarias. El pueblo no huele a mar, huele a leña quemada. No parece una combinación demasiado acertada y las ruinas incineradas del Hostal BellaVista, a apenas 20 metros de donde estamos nosotros alojados, lo demuestran. Un descuido de un cliente. El parque de bomberos está a 5 minutos a pie.
Pero calentar las casas es una necesidad. Cristian, del Hostal Lajuwa en Villa Ukika, donde pasamos la última noche, nos indica que ellos fácilmente gastan 200 dólares americanos al mes en leña para calentar su pensión. Es muy fácil imaginar que no todo el mundo en Puerto Williams puede permitirse ese gasto.
En los súpers es muy difícil encontrar fruta y la verdura fresca también escasea. Pero lo que más sorprende es que el pescado solo se encuentra congelado y muy caro. Antes había pescado fresco, sobretodo faenado por pescadores yagan, muy asociados al mar. Pero la introducción de un salmón invasor con varias hileras de dientes que rompía las redes y diezmaba los bancos acabó con los pescadores. Además hay marea roja desde hace 5 años y los mariscos són tóxicos. Solo la centolla continúa siendo faenada.
Los días en Puerto Williams pasan tranquilos pero llenos de cosas. Una visita a Puerto Toro que merece un post a parte; subir al Cerro de la Bandera; entrevistar a Julia González, una mujer yagán que colabora con el jardín de infancia y con la universidad intentando evitar que se pierdan la lengua y las costumbres de su pueblo y aprender cómo teje sus cestos con juncos; y pasear por el pueblo ocupan nuestro tiempo. Las niñas están contentas con Iván y Nury, sobretodo Bruna que no para de hacer el payaso para que le hagan caso.
La noche de fin de año la pasamos en familia. Vienen a cenar Iván hijo y su esposa Valeria, depués se nos unen Felipe (el hijo menor), Iván padre que vuelve tarde de trabajar y Rubén, el otro huesped del hostal, de inmensa humanidad y ganas de reir.
Nury nos ha preparado carne y un pollo riquísimo. Nosotros aportamos un par de tortillas de patata (cómo no!). El reto no es fácil ya que Iván hijo es chef en un hotel de las afueras del pueblo. Nunca antes he cocinado para un chef. Vale nos invita a probar su Cola de Mono, un licor parecido al Baileys. En Punta Arenas ya habíamos probado la Cola de Mono de Marcela y son muy diferentes. Vale nos dice que ella no usa leche, sino muy poca nata líquida y queda menos cremoso. Es igual. Frío entra muy bien. Nos apunta la receta en la libreta de Sílvia. Vale regenta un café muy europeo junto al muelle, el Puerto Luisa (nombre de Puerto Williams antes de llamarse Puerto Williams). Sus brownies y sus “pies” (tartas) de limón están buenísimos.
Un poco más al este del Puerto Luisa está Villa Ukika. Es una agrupación de quizá 10 casas donde se trajo a todos los yaganes de la isla a principios de los 60. Una mezcla de campo de concentración y parque de atracciones donde los turistas venían a comprobar la degradación de un pueblo. Hoy no viven muy diferente del resto de chilenos de Puerto Williams, si a caso de una forma más pobre. Uno de los esos imprevistos de todo viaje nos ha llevado a pasar nuestra última noche allí, en el hostal de Cristian y su familia. Dentro de la casa se está caliente y la habitación es suficiente para pasar una noche. Jana olvida la tensión que le provocan los cambios mirando Mary Poppins en la televisión, mientras Bruna juega con Luna, la hija de los anfitriones.
Cristian nos explica una historia personal que ya empieza a sonarnos mucho. Se fue de Punta Arenas hace 2 años buscando huir de una sociedad en la que no se encontraba cómodo. Es curioso como tanta gente se va al fin del mundo a empezar de nuevo…
"Puerto Williams, southern exposure" por Sin piedras en los bolsillos (familia Bosch-Pérez) se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Hola amigos hemos visto que su travesía por la patagónia sigue siendo alucinante e interesante,nosotros aca aun con la mudanza, entre pasajeros de todo el mundo que muestran en todo momento su cómprencion. Y amistad, las niñas entre colchones y muebles se entretienen y juegan, a veces abandonadas a su suerte……les recordamos con mucho cariño, pues a pesar de nuestro trabajo,pudimos estrechar una linda amistad. Les deceamos que la aventura de sus vacaciones sea inundada de experiencias increíbles….. Amor y felicidad en todo momento.samuel marcela Catalina y maite…….(samarcehouse)
Un abrazo también para ustedes. En breve volvemos para Chile y quien sabe si podemos compartir otro domingo de parrillada más hacia el norte.
Qué tal el estreno de la New Samarce House??
Besos!
Nois, ens haureu de preparar aquesta cola de mono.
Realment, les fotos et transporten a Doctor en Alaska.
Els imprevistos, en un viatge així, segur que serveixen per conèixer més coses.
Maria, tinc la recepta ben anotada al diari de viatge No ha estat fàcil perquè era la típica recepta de la seva família que no es pot passar així com així ;))
Sigo en Puerto Williams, nunca me fuí, solo me transporté físicamente. Mi alma y mi mente se quedaron prendidos en esas calles de polvo y barro, en esas obras públicas que visité. En su frio y su viento y en sus calles desiertas. En su gente. En el centro comercial. Quizás es un sitio duro para vivir, pero la magia inunda sus calles. Todo es paz. Queda en mi el dulce recuerdo, vivo y presente.
Disfruto leyendo y releyendo vuestro blog y me siento priviliegiado de formar parte de él, y gracias a él sigo este viaje, con todas sus vivencias, sus paisajes, pero sobre todo su filosofia: Liberar el lastre. Retomar el vuelo.
El dibuo de Jana cuelga ya en la pared de mi despacho. Lo mas hermoso: “T’Astim mol”