Después de 3 días en Santiago de Chile volamos hacia el sur. Las sensaciones en la gran ciudad han sido un poco desilusionantes: gris, sucia, vieja, extremadamente ruidosa. Hemos estado alojados en un apartamento del centro, a cuatro “cuadras” de La Moneda, en el piso 23 de un edificio muy alto rodeado de edificios muy altos. Eso fue lo primero que nos sorprendió. Alrededor de La Moneda todo son edificios oficiales y enseguida torres de 20 o 30 pisos crecen como setas en medio de pequeñas casitas en estado de semiruina, almacenes, solares y chabolas.
Pero salir a la calle y pasear por el centro de Santiago es toda una experiencia. El gris y ocre predominante en los maltrechos edificios contrasta con el colorido de la vida que transita entre ellos. Miles de personas arriba y abajo por las principales calles del centro, centenares de paradas de bebidas, carritos de vendedores de mote con huesillos, artesanías, quioscos, zapateros y limpia-zapatos, tiendas de lo mas variopinto cada 5 metros,… la ciudad humana. Muchas fachadas han sido colonizadas por coloridos murales y en algunas calles la marabunta es tal que los edificios casi parecen gastados por el roce de la gente. Una gente amable y generosa, con ese hablar acaramelado pero nada empalagoso.
Nuestros paseos han sido cortos y con poco objetivo. Ver La Moneda, subir al cerro de Santa Lucía, buscar un parque infantil para las niñas,… Nos ha sorprendido los pocos refugios urbanos que hay en el centro. Centenares de personas descansan a la sombra de las múltiples palmeras de la Plaza de Armas o asistiendo a improvisados concursos de cuecas, pero no hay una sola zona verde en todo el centro de Santiago a parte del cerro de Santa Lucía, donde las familias pasean y las parejas se tumban en las zonas de césped, pero donde no encontramos zona de juegos para las niñas.
Finalmente encontramos por internet el Parque del Bicentenario de la Infancia, un parque urbano en la ladera oeste del Cerro de San Cristóbal, a 3 paradas de metro de donde estábamos alojados. Allí Jana y Bruna disfrutaron con las casitas en los árboles, las estructuras 3D, las esferas de agua, el teleférico que te lleva hasta lo alto del parque y las decenas de toboganes que bajan desde allí.
“Más chileno que el mote con huesillos“. Por supuesto nos tomamos nuestro mote a la salud de Myriam, Pau, Ernest y Ferran. Y también visitamos el barrio de Bellavista junto al río, una zona de bares y terrazas plagados de universitarios, para probar el Pastel de Choclo y la Mechada con Agregado en el restaurante Galindo.
También hemos aprovechado la pausa en Santiago para solucionar determinados temas logísticos, como comprobar que no había habido ningún cambio más – hasta el momento – en los vuelos que tenemos contratados o hacernos con una tarjeta SIM de Claro con un bono de datos para tener una línea local y conexión a internet en caso de necesidad.
Nuestra última tarde en Santiago la pasamos acompañados de Juan Ramón, uno de los activistas de Reevo en Chile. Después de tomar algo en el Centro Cultural Gabriela Mistral, nos acompañó hasta el apartamento cruzando el barrio de Lastarria y conocimos brevemente otro Santiago, menos oficial, menos alto pero más cercano, más europeo quizá. Un Santiago al que sí que volveríamos o volveremos, el tiempo verbal está por decidir.
"Santiago, la ciudad humana" por Sin piedras en los bolsillos (familia Bosch-Pérez) se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Uns tobogans als que puges en telefèric? Carai! Quin vertigen!!!!
Sabeu que el meu tiet Carlos preparava pastel de choclo quan érem petites? A mi no m’agradava gens. Ara que ja m’agrada el blat de moro, li hauré de demanar que ens en prepari un i així compartim sensacions culinàries a milers de quilòmetres de distància.
El parc dels tobogan sembla molt xulo, no? Com a mínim la J&B fan cara de passar-s’ho bé!
Primera etapa! I ara cap al sud! L’immens sud… Bon viatge!!!
A través de una querida conocida Catalana…llegué a esta reseña de mi ciudad! Lamento que sólo hayas tenido la oportunidad de conocer el centro… Santiago tiene sus cosas buenas y sus cosas malas… Pero una de las más maravillosas es la cordillera. Tengo la suerte de vivir en una comuna que queda sobre los cerros y desde el patio de mi casa veo esa hermosa pared de piedra todos los días que tanto extrañé el tiempo que viví en Barcelona. En el centro de la ciudad hay pocos parques… pero en el resto de ella hay muchas áreas verdes, parques grandes, arboles frutales en las calles, etc… Santiago centro quizás no es el mejor lugar para ir con niños,,que pena no haber podido recomendarte antes otras zonas que imagino hubieras disfrutado también de la ciudad. Mucha suerte en el Sur de mi país que es una maravilla,,, cariños María José.
Gracias por tu comentario, María José. Estamos seguros que la ciudad tiene mucho más a ofrecer de lo que hemos visto. ¿Podrías recomendarnos una comuna donde alojarnos en nuestra próxima visita, quizá a principios de febrero?